Ésta es la cara que se le puso a Cesc al confirmar que ni él ni sus compañeros ingresaban, de momento, en la leyenda negra del balompié español. Un partido notablemente defendido, bien trazado pero espantosamente rematado (al otear el área se optó siempre por el uno contra dos o el chut de media distancia en vez de la triangulación) condujo a hispanos e italianos al punto de penalty. Una lotería que, tal y como dice Julio Maldonado, a menudo no es tal: el carácter y la psicología también forman parte del juego. Y allí, mientras los rojos cumplían razonablemente, Casillas procedió a merendarse la moral azzurri desde el primer lanzamiento (no se chuta con igual seguridad el segundo si ves que el cancerbero a nada ha estado de detener el anterior). Aguarda Rusia en semifinales mientras, con el mismo gesto de alivio que Cesc y compañía, este ladrador crepuscular se abstiene ya de entrar en el pantanoso terreno de la profecía gafe.
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