Para ulular lastimeramente:
Su título. Que, aunque narrada con absoluta corrección, no transmita desde lo visual la misma fuerza que su guión. Que la cabeza vendada del malo de la función remita en exceso a la reciente El orfanato y la inminente The Strangers. Y la (chillona) interpretación del propio Nacho Vigalondo durante el segundo acto.
Para ladrar efusivamente:
Su pulso. Su duración, apenas 88 minutos. Karra Elejalde. Y, por encima de todo, un guión que hubiera firmado el mismísimo Ray Bradbury (si no llegó a hacerlo, claro).
El consejo crepuscular:
Obvie sus pequeños descosidos. Disfrútela. Celebre la ausencia de trampas, el gran mal del género. Piénsela. Acto seguido, regrese al pasado y recomiéndesela a sí mismo. Visiónela de nuevo por vez primera. Obvie sus pequeños descosidos. Disfrútela. Celebre la ausencia de trampas, el gran mal del género. Piénsela... Y así hasta que estrenen el nuevo Batman.
Su título. Que, aunque narrada con absoluta corrección, no transmita desde lo visual la misma fuerza que su guión. Que la cabeza vendada del malo de la función remita en exceso a la reciente El orfanato y la inminente The Strangers. Y la (chillona) interpretación del propio Nacho Vigalondo durante el segundo acto.
Para ladrar efusivamente:
Su pulso. Su duración, apenas 88 minutos. Karra Elejalde. Y, por encima de todo, un guión que hubiera firmado el mismísimo Ray Bradbury (si no llegó a hacerlo, claro).
El consejo crepuscular:
Obvie sus pequeños descosidos. Disfrútela. Celebre la ausencia de trampas, el gran mal del género. Piénsela. Acto seguido, regrese al pasado y recomiéndesela a sí mismo. Visiónela de nuevo por vez primera. Obvie sus pequeños descosidos. Disfrútela. Celebre la ausencia de trampas, el gran mal del género. Piénsela... Y así hasta que estrenen el nuevo Batman.
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