Dicen las hemerotecas que España no pisaba una final de la Eurocopa desde hace 24 años. Pero las hemerotecas no son exactas. Hace 24 años, en realidad, España se arrastró hasta la final. Y tanto debió a la suerte y la agonía que, antes incluso de poder plantar los pies en el Parque de los Príncipes de París, lo primero que hizo fue resbalar en la piel de plátano del gol más ridículo en la trayectoria del bueno de Arkonada. Así que pisar, lo que se dice pisar, se pisó poco. Acto de presencia, medalla de plata y gracias.
24 años después, España llega a la última ronda presumiendo de mucho más que de flor. Su juego ha sido uno de los dos o tres más vibrantes del torneo, pero también le ha permitido dar lecciones de efectividad a selecciones tan de salón como la holandesa o la portuguesa. Le espera una Alemania que ha dependido más que nunca del fogonazo, pero que repite la mentalidad de siempre. Si esta noche ambos combinados son fieles a su historia, la Nationalmannschaft sumará su cuarto Europeo. Si lo que prima es el presente, la roja debería alzarse con su primer título en colores y alta definición. España puede. Y lo sabe.
24 años después, España llega a la última ronda presumiendo de mucho más que de flor. Su juego ha sido uno de los dos o tres más vibrantes del torneo, pero también le ha permitido dar lecciones de efectividad a selecciones tan de salón como la holandesa o la portuguesa. Le espera una Alemania que ha dependido más que nunca del fogonazo, pero que repite la mentalidad de siempre. Si esta noche ambos combinados son fieles a su historia, la Nationalmannschaft sumará su cuarto Europeo. Si lo que prima es el presente, la roja debería alzarse con su primer título en colores y alta definición. España puede. Y lo sabe.
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