Ha ocurrido en Frankfurt, según recoge la prensa del día de hoy, que el servicio de recogida de desechos dio en plena vía pública con una escultura de plástico del artista Michael Beutler y, con germana diligencia, procedió a retirarla e incinerarla. Frankfurt es hoy una ciudad un poco más limpia y un poco menos artística. Las interpretaciones del "desliz", en palabra del responsable del departamento Frankfurt limpio, son legión. Personalmente, abogo por unos servicios de limpieza competentes y por un arte que no me haga pensar, cada vez que bajo a la calle, que hoy también toca recogida de muebles.
En otro orden de cosas, pasé la tarde de ayer jugando al billar con mi muy querido compañero A.L. Tan querido, de hecho, que tras ganarle una primera partida le entregué las cuatro siguientes, tres por introducir un servidor la bola negra cuando (y/o donde) no tocaba. Es así que, al igual que deberían hacer los basureros de cierta urbe alemana, me preocupo muy seriamente por las tendencias auto-destructivas de mi subconsciente. No era la primera vez ayer en que yo atentaba contra mis propios intereses. En casa, logré no golpearme la cabeza contra ninguna estantería.
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