En Irak, el terrorismo mata a una media de 186 personas por mes. Un 11-M cada cuatro semanas, como quien dice, aunque tales cálculos suelen mostrarse traidores: en realidad, 256 iraquíes murieron en noviembre de 2004, 368 en diciembre y, a día 28, la cuenta de enero asciende a más de 214. Este próximo domingo, Irak celebrará unas elecciones que los grupos insurgentes han prometido bañar con la sangre de los votantes. George W. Bush ha emplazado a los iraquíes a que den una lección de democracia. Pero alguien tendría que haberles enseñado antes de nada qué es eso de “la democracia”, y el presidente de las barras y estrellas no ha sobresalido precisamente por su desempeño pedagógico. Si Irak fuera el País Vasco, la celebración de estas elecciones se nos antojaría un imposible metafísico. Demasiado terror. Demasiada muerte. Ya no se trata de votar con libertad, sino de atreverse siquiera a salir de casa (porque es de prever que el voto cibernético no cuente con excesivo predicamento en un país devastado, donde agua y electricidad son artículos de lujo). Pídanle a un padre de familia que entregue la vida que no le arrebataron los bombardeos, los tiroteos y los coches bomba, pídanle que la sacrifique por el intenso placer democrático de introducir un boleto en una urna…
En verdad los iraquíes tienen motivos para estar hasta los cojones. Invadieron su país a sangre y fuego, descabezaron sus instituciones y desmantelaron sus ejércitos, sólo para convertir la zona en la Disneylandia del terrorismo internacional (el cómputo desde el 20 de marzo de 2003 arroja un saldo total de 17.703 muertos: seis veces las Torres Gemelas). Ahora bien, ¿son mejores estas elecciones de mentirijillas que la dictadura baazista instaurada por Sadam Hussein? Es posible que sí. ¿Y acaso suspender las elecciones no implicaría seguirle el juego a Al-Zarqawi y sus secuaces? Sin duda, sin duda. Deberíamos por tanto apoyarlas, quizá como mal menor, quizá como primer y titubeante paso hacia la normalidad de un país que ya ha sufrido demasiado. Es más, no solo deberíamos, podríamos apoyar estas elecciones… (siempre y cuando olvidáramos antes que forman parte de la pantomima de Estados Unidos para mantener el control geopolítico del lugar). Este domingo los iraquíes se encontrarán de nuevo en la primera fila de un show inacabable. Ojalá la mayoría de ellos sepa huir de los fuegos artificiales.
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