Podía ser pregunta de quesito: "¿Cuál es el único monumento construido por el ser humano que se ve desde el espacio?" Y la respuesta era "La gran muralla china". Tiempo después he leído que el astronauta a quien se debe tal leyenda confundió un río oriental con la milenaria pared, y en efecto tendría su lógica: la muralla será todo lo larga que se quiera, pero ancha como para llamar la atención a cientos de kilómetros de distancia perpendicular, pues como que no. En cualquier caso, me viene esta anécdota a la cabeza tras constatar la fría belleza de las reproducciones del mapa tridimensional debido a una misión cartográfica de la NASA de 2000 y terminado recientemente. Desde el peñón de Gibraltar hasta el monte Ararat, pasando por el Etna ("imágenes" que hoy reproducía El País), no hay indicios de presencia u acción humana y sí una austera veracidad geográfica digna del Jardín del Edén. No anda muy lejano el día en que nuestro planeta será disfrutable únicamente desde la distancia, asomando la cabeza a través de las escotillas de un transbordador espacial. Aunque tranquiliza saber que ni siquiera la gran muralla podrá en ese momento distraernos.
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