De la página 39 de Sound Bites. Comerse el mundo de gira con Franz Ferdinand (451), de Alex Kapranos...
"Martin (*1) era un buen jefe de cocina, aunque un poco bruto. En uno de mis primeros turnos me corté un dedo, también por primera vez. Estaba usando el cuchillo de otro (*2) y no lo controlaba bien. La punta del dedo empezó a aletear, como un surtidor inútil de sangre. 'Te voy a parar eso', gruñó Martin, con los colmillos colgándole por encima del labio inferior, mientras me agarraba la mano. La metió en el tarro grande de sal que había en la zona de preparación e instantáneamente una sacudida me recorrió todo el brazo, como si me estuvieran electrocutando. Fue como si desde el dedo me atravesara una descarga de mil voltios. Lo retiré corriendo, los cristales congelándose alrededor de la herida como rubíes diminutos (*3). 'Ja, ja. ESE dedo no te lo vuelves a cortar en mucho tiempo', me dijo. Tenía razón. En lugar de ese, me corté los otros (*4)."
(*1) En el caso de este ladrador crepuscular, el escenario fue la cocina del Club de Tenis Gimeno de Castelldefels, y el Martin de turno mi propio padrastro.
(*2) No fue con un cuchillo que me rebané el pulgar, sino con la máquina para cortar el jamón en lonchas.
(*3) A diferencia de Kapranos, mi dedo pasó aún por otro tarro, el de la pimienta, a fin de que la herida coagulara con mayor presteza: éramos dos personas para atender a un par de docenas de clientes desesperados por meterse un bocadillo entre pecho y espalda.
(*4) Amén, hermano de apellido comenzado con K, amén...
"Martin (*1) era un buen jefe de cocina, aunque un poco bruto. En uno de mis primeros turnos me corté un dedo, también por primera vez. Estaba usando el cuchillo de otro (*2) y no lo controlaba bien. La punta del dedo empezó a aletear, como un surtidor inútil de sangre. 'Te voy a parar eso', gruñó Martin, con los colmillos colgándole por encima del labio inferior, mientras me agarraba la mano. La metió en el tarro grande de sal que había en la zona de preparación e instantáneamente una sacudida me recorrió todo el brazo, como si me estuvieran electrocutando. Fue como si desde el dedo me atravesara una descarga de mil voltios. Lo retiré corriendo, los cristales congelándose alrededor de la herida como rubíes diminutos (*3). 'Ja, ja. ESE dedo no te lo vuelves a cortar en mucho tiempo', me dijo. Tenía razón. En lugar de ese, me corté los otros (*4)."
(*1) En el caso de este ladrador crepuscular, el escenario fue la cocina del Club de Tenis Gimeno de Castelldefels, y el Martin de turno mi propio padrastro.
(*2) No fue con un cuchillo que me rebané el pulgar, sino con la máquina para cortar el jamón en lonchas.
(*3) A diferencia de Kapranos, mi dedo pasó aún por otro tarro, el de la pimienta, a fin de que la herida coagulara con mayor presteza: éramos dos personas para atender a un par de docenas de clientes desesperados por meterse un bocadillo entre pecho y espalda.
(*4) Amén, hermano de apellido comenzado con K, amén...
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