Ryan Adams, como el cabeza-Halloween de pro que es, dice debatirse constantemente entre el susto y la golosina. Ninguna novedad para quien en el pasado haya padecido alguno de sus conciertos interrupti o entrevistas canceladas ad infinitum. Sucede no obstante que, según él mismo revelara a The New York Times no mucho ha, lo empanado de sus procesos cerebrales es a día de hoy una circunstancia de lo más natural, en absoluto regada por el alcohol o abonada con las más truculentas sustancias psicotrópicas. Ryan Adams ha visto la luz: “es un milagro que siga vivo”. Y a la vera de esa lámpara se ha quedado, jugando al backgammon con sus fantasmas en un apartamento del Greenwich Village neoyorquino bajo la atenta mirada de su actual pareja, la modelo Jessica Joffe. Estado de la cuestión que explica tanto su prolongado silencio discográfico (año y medio tras la triple andanada de 2005) como lo templado y ordenadito de este (por otro lado notable) Easy Tiger.
Un Easy Tiger que el amigo no quería emprender hasta hallarse limpio y sobrio, para el que solicitó el perdón (primero) y la colaboración (después) de su ex manager John Silva, por el que discurren los grandes pequeños tics y las pequeñas grandes genialidades marca de la casa (indisolubles los unos de las otras, por cierto). Escúchense, sin ir más lejos, los siguientes (significativos) cortes… Goodnight Rose, pieza de rock americano que vuelve a invocar el espíritu de Jerry Garcia pero tampoco hace ascos a The Band. Everybody Knows, medio tiempo que comienza devolviéndonos a los tiempos iniciales de Heartbreaker y sube aún un par de enteros gracias a la prestancia de los Cardinals. Halloweenhead, con sus seis cuerdas humeantes à la Rock n’Roll y el ya legendario verso “Guitar solo!”. Tears of Gold, composición que de nuevo podría haber brotado de nuestro bar de carretera favorito en las inmediaciones de Nashville. E (inevitablemente) Two, balada de sutil belleza a la que Sheryl Crow presta una no menos hermosa segunda voz.
Sustos y golosinas... Que Stephen King se haya encargado del texto promocional del álbum no implica que vayamos a encontrar antes lo primero que lo segundo: cuando uno enciende la luz resulta más sencillo dar con el pedal de freno. Hace algunos meses se encontraba Ryan Adams en la puerta de su apartamento del Greenwich Village neoyorquino. Quería salir a cenar algo y se encontró con la siguiente respuesta por parte de una (para nada hambrienta) Jessica Joffe: “Tranquilo, tigre”. Y el tigre dejó de dar vueltas; fue a sentarse frente a la mesa de la cocina y, mientras devoraba unas crackers, escribió dos o tres canciones. A este Easy Tiger le seguirá en breve un EP de siete temas (dos de ellos nuevos, el resto reversiones de material antiguo y ya editado) y, quizá a finales de año, una caja de inéditos, directos y caras B. Señal de que Ryan Adams ha decidido por fin limpiar su habitación. Y, si eso es señal de madurez, por todos los santos que le sienta la mar de bien.
(Esta reseña ha aparecido en el número de octubre de Go Mag)
Un Easy Tiger que el amigo no quería emprender hasta hallarse limpio y sobrio, para el que solicitó el perdón (primero) y la colaboración (después) de su ex manager John Silva, por el que discurren los grandes pequeños tics y las pequeñas grandes genialidades marca de la casa (indisolubles los unos de las otras, por cierto). Escúchense, sin ir más lejos, los siguientes (significativos) cortes… Goodnight Rose, pieza de rock americano que vuelve a invocar el espíritu de Jerry Garcia pero tampoco hace ascos a The Band. Everybody Knows, medio tiempo que comienza devolviéndonos a los tiempos iniciales de Heartbreaker y sube aún un par de enteros gracias a la prestancia de los Cardinals. Halloweenhead, con sus seis cuerdas humeantes à la Rock n’Roll y el ya legendario verso “Guitar solo!”. Tears of Gold, composición que de nuevo podría haber brotado de nuestro bar de carretera favorito en las inmediaciones de Nashville. E (inevitablemente) Two, balada de sutil belleza a la que Sheryl Crow presta una no menos hermosa segunda voz.
Sustos y golosinas... Que Stephen King se haya encargado del texto promocional del álbum no implica que vayamos a encontrar antes lo primero que lo segundo: cuando uno enciende la luz resulta más sencillo dar con el pedal de freno. Hace algunos meses se encontraba Ryan Adams en la puerta de su apartamento del Greenwich Village neoyorquino. Quería salir a cenar algo y se encontró con la siguiente respuesta por parte de una (para nada hambrienta) Jessica Joffe: “Tranquilo, tigre”. Y el tigre dejó de dar vueltas; fue a sentarse frente a la mesa de la cocina y, mientras devoraba unas crackers, escribió dos o tres canciones. A este Easy Tiger le seguirá en breve un EP de siete temas (dos de ellos nuevos, el resto reversiones de material antiguo y ya editado) y, quizá a finales de año, una caja de inéditos, directos y caras B. Señal de que Ryan Adams ha decidido por fin limpiar su habitación. Y, si eso es señal de madurez, por todos los santos que le sienta la mar de bien.
(Esta reseña ha aparecido en el número de octubre de Go Mag)
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